Pasear por las calles de Val de la Sabina es conectar con el sonido de la naturaleza, con el cantar de los pájaros y con el aire puro de montaña, embriagado tal vez con el perfume del puchero o alguna manzana asada que se escapa de los pocos hogares que todavía hoy se mantienen con la chimenea humeante y es que, en Val de la Sabina quedan alrededor de unos 15 habitantes.
Esta pedanía tiene un núcleo compacto y muy irregular, con estrechos callejones. Pasear por sus calles es descubrir la arquitectura vernácula tradicional del Rincón de Ademuz, con muros de tapial y partes superiores de lajas y mortero de cal, adornados con balaustradas de madera.
El mortero de yeso en las paredes o las tejas de sus cubiertas fueron en su día elaborados en los hornos repartidos por el término destinados al efecto.